Cuento: El Gato con Botas
Érase una vez un molinero muy pobre que tenía tres hijos. Al morir, dejó a cada uno de ellos una parte de su herencia: el molino para el mayor, el asno para el segundo y un gato para el más joven. Este último, al ver que su herencia consistía en un simple gato, se sintió muy desafortunado.
Pero lo que el hijo menor no sabía era que su gato era en realidad muy astuto. El gato se acercó a su amo y le dijo: «No te preocupes, amo mío, yo puedo ayudarte a mejorar tu situación. Solo necesito un par de botas y un saco».
El hijo menor, sorprendido por las palabras de su gato, decidió darle lo que pedía. El gato se puso las botas y cargó el saco en su boca. Luego, salió a caminar por el bosque.
En poco tiempo, el gato con botas llegó a un campo en donde había muchos conejos. El gato metió uno de ellos en el saco y lo llevó a la casa del rey. Allí, le presentó al rey el conejo y le dijo que era un regalo del marqués de Carabás.
El gato repitió la misma hazaña varias veces, llevando al rey distintos animales que había cazado. El rey quedó impresionado con el marqués de Carabás y decidió visitarlo en su castillo.
El gato le dijo a su amo que debía fingir ser el marqués de Carabás y que no dijera nada mientras él se encargaba de todo. Así lo hizo el hijo menor y cuando llegó el rey a su castillo, el gato con botas lo recibió y lo llevó a dar un paseo por los terrenos.
Mientras caminaban, el gato le iba señalando los campos que pertenecían al marqués de Carabás. Pero lo que el rey no sabía era que en realidad esos campos pertenecían a otros campesinos, no al hijo menor del molinero.
Finalmente, el gato con botas llevó al rey al castillo del «marqués de Carabás». Allí, el hijo menor recibió al rey y lo atendió con gran hospitalidad. El rey quedó encantado con el marqués de Carabás y lo nombró su heredero.
Y así, gracias a la astucia del gato con botas, el hijo menor del molinero se convirtió en un gran noble, viviendo feliz para siempre.
©Versión de Ross Durango / Lic. en español Y literatura