Mi amigo el Perro y yo

Mi amigo el Perro y yo

Era una mañana fría de sábado, llovía a cántaros y por el color del cielo, parecía que llovería todo el día, sin embargo, de repente el sonido de la lluvia en el tejado ya no se sentía tan fuerte, estaba escampando, un rayito de luz se metió por la ventana.

Enseguida salté de la cama, me bañé, me puse bonita y salí a encontrarme con la felicidad.  Para llegar a la plaza del pueblo; mi destino, tenía que pasar por un camino lleno de flores, el aroma me llamaba, “que olores, que colores y que hermosas son” expresé en voz alta.

Pasando por el lago, escuché un sonido que no lograba distinguir, a medida que avanzaba más fuerte era el sonido, era como el llanto de un tierno bebé, pero miré a mi alrededor y no veía nada.  Por un momento pensé que el sonido venía de mi mente, pero no.  Justo en frente me topé con una caja, de donde se escuchaba el llanto.  Me acerqué y para mi sorpresa era un cachorro, de pocas horas de nacido, porque aún no abría los ojos.  Mi corazón se emocionó y cuando lo vi y nos tocamos sentí una conexión tan fuerte que me enterneció.  Me pregunté: “¿Si lo dejo aquí, su dueño podrá regresar? O ¿mejor lo llevo conmigo para entregarlo a un centro de rescate? Tenía dudas sí, pero mi corazón me decía que allí no lo podía dejar.  Al fin me decidí y agarré la caja y me devolví a casa junto con él.

Fui a la nevera por leche, conseguí una taza y lo puse a beber.  Tenía hambre, tomaba con gran desespero, me pregunté: “¿cuánto tiempo habrá estado allí, sin comer y con frio?”, pensé: ¿por qué habrá personas que no se compadecen de estas criaturas y los botan como si fueran un objeto sin valor?  Pero al mismo tiempo me dije: “gracias a Dios aún existimos personas que respetan la vida y tenemos amor de sobra para dar”.

Con una camisa vieja le hice una cobija y me lo llevé a comprarle comida para perros, shampoo y leche, mucha leche para darle. Se me ocurrió que se llamaría ‘Perro’, así sin tanto adorno. 

Pasaron los días y ´Perro y yo´ no nos separábamos nunca, todo lo hacíamos juntos, no era una simple mascota, era mi mejor amigo y yo su verdadero amor. 

Todos los días Talula, le enseñaba algo nuevo a ‘Perro’, cosas como sentarse, dar la mano, abrir la puerta de la habitación, pero lo más curioso es lo que él le enseñaba a su dueña, a querer sin límites, a saber, que cuando regresara de su trabajo, allí iba estar esperando por ella, con la felicidad desbordada, porque no sería abandonado otra vez.  

Hoy puedo decirle al mundo, que no hay amor más puro que el de una mascota y la manera como te agradecen el estar para ellos.  Después de esta experiencia, no me quedan dudas que adoptar es mejor que comprar.  Si tienes una mascota en casa, entrégale todo tu amor, ellos te lo devolverán con lamidos y grandes saltos.

FIN

©Versión de Ross Durango / Lic. en español Y literatura

Deja un comentario