
Cuento: La humilde joven que se convirtió en princesa
Érase una vez, un campesino que vivía con su esposa y su tierna hija en una humilde casa a las afueras del pueblo. El hombre cosechaba papa, zanahorias, fresas y brócolis, de eso vivía su familia.
Los productos los vendía en la plaza, pero ese año las ventas no estaban en su mejor momento. Él se regresaba muy tarde a casa, esperando vender un poco más. Esa rutina lo llevó a enfermarse. Al día siguiente el hombre no podía levantarse de la cama, llamaron al Doctor del pueblo y el les dijo que el señor Rómulo, debía permanecer en reposo, por lo menos dos meses.
En ese momento Marinita, su hija, decidió reemplazarlo en el puesto de trabajo. Su padre con mucha tristeza aceptó, pero no dejaba de preocuparlo que su hija, no estaba preparada para ese mundo.
Marinita con cuaderno y lápiz en mano, pidió a su padre que le explicara como era el negocio. Desde el primer día la joven demostró sus habilidades para sembrar las plantas y organizar los productos, para llevarlos a la plaza. Así lo hizo, todos los días.
Un día estando en la plaza, una anciana se acerca a su puesto y le pide un vaso de agua, pues llevaba varias horas caminando y no había comido, ni bebido nada. Marianita sólo tenía el almuerzo que su madre le había preparado. Ella no dudó en decirle: “podemos compartir mi almuerzo y estoy segura, que ambas quedaremos satisfechas”.
La anciana se alegró y comieron juntas. Antes de irse la anciana le dijo a Marianita que, por su noble gesto, su padre iba a mejorar de salud, las ventas aumentarían y un apuesto príncipe quedaría flechado con ella. Marianita se sonrió y agradeció a la mujer sus buenos deseos.
Cuando llegó a casa, en medio de la cena le contó todo a sus padres, quienes quedaron extrañados con lo comentado por su hija. Al día siguiente, el padre empezó a mostrar signos de recuperación, que ni el mismo médico entendía. Marianita ese día vendió el doble que los días anteriores, al parecer se estaban cumpliendo las palabras de la anciana.
Pasaron varios días y una tarde, en la plaza se formó un alboroto, era el príncipe Arturo que caminaba de puesto en puesto en busca de las mejores zanahorias. Justo llegó al puesto de Marianita y cuando se miraron hubo una chispa entre los dos. El príncipe le hizo una compra grande a Marianita, tanto que su pago representaba las ventas de una semana. Ese día el príncipe le compró todos sus productos.
Desde ese día Marianita y el príncipe se hicieron amigos y así todos los días el príncipe llegaba a su puesto con la excusa de comprar nuevas zanahorias, pero en realidad era que estaba enamorado de la tierna joven y ella de él. Hasta que un día se confesaron su amor y el apuesto joven le propuso matrimonio a la doncella, quien aceptó casarse con él.
El rey hizo una gran fiesta, donde todo el pueblo fue invitado, el padre de Marianita se mejoró por completo y volvió a sus antiguas labores.
El príncipe y Marianita ya llevan meses de casados y están esperando su primer bebé y colorín colorado este cuento se ha acabado.
FIN.
©Versión de Ross Durango / Lic. en español Y literatura
