El hijo del Rey

Cuento: El hijo del Rey

Cuento El hijo del Rey

En un pueblo lejano vivía un rey y su reina.  La mujer estaba esperando su primer hijo.  En el palacio todo era festejo, la llegada del primogénito se convirtió en el acontecimiento del año. 

En los siguientes días, llegó el momento esperado, el bebé nació sano y salvo y le dieron por nombre Samuel.  Ese día el rey mandó a abrir las puertas del palacio, ofreció un banquete en su honor e invitó a todos los habitantes del pueblo, la fiesta duró hasta el amanecer.

Los días pasaron y el niño siguió creciendo, ya tenía 15 años, estaba hecho todo un príncipe.  Sus padres estaban orgullosos de ver en quien se había convertido.  El pequeño príncipe, era un niño obediente, inteligente, a pesar de sus riquezas materiales, su humildad y amor por el prójimo sobresalían.

Las cosas transcurrían normales en el pueblo, la economía estaba a flote, pero un día el pequeño príncipe soñó que venían días difíciles y que el padre, su rey debía tomar decisiones importantes.  El niño al despertar buscó a su padre y le contó su sueño.  

El rey se mostró incrédulo, pues veía que la prosperidad era una realidad.  Todo marchaba de maravilla, al tiempo que el palacio avanzaba, la vida de los habitantes del pueblo también andaba por buen camino.

En la mañana siguiente, el príncipe volvió a soñar, esta vez el panorama era aterrador, venía una terrible sequía de varios años, para la cual la solución estaba revelada. Según el sueño, se requería guardar todo el alimento posible y por eso se necesitaba que los obreros trabajaran de día y de noche por 100 días, eso garantizaría alimentos para los tres años de la sequía.

El rey al ver la insistencia de su hijo, creyó en su palabra y de inmediato trazó un plan.  Se necesitaba una persona a cargo para liderar el plan.  El rey no dudó en encomendar a su pequeño hijo esta labor. 

El príncipe empezó su trabajo, se reunió con los obreros, les pidió compromiso, para que sus familias no pasaran hambre y ellos aceptaron.  De inmediato se puso en marcha el plan, cumplido los 100 días, se logró almacenar más de 500 mil toneladas de trigo. 

Y cuando el trabajo estaba hecho, llegaron los días de sequía, el rey estaba tranquilo de saber que se había actuado a tiempo, gracias a los sueños revelados por su hijo.  Ya no tenía dudas, el príncipe los salvó del hambre y de pasar momentos duros.  Semanalmente las familias llegaban y recibían el alimento justo para 15 días y la cantidad necesaria según los miembros que la integraban.  De cada uno dependía que rindiera y alcanzara para todos.

Así pasaron los tres años, gracias a la sabiduría del príncipe, el reino y su pueblo salieron adelante.  Los días malos, no se sintieron, la economía no cayó, porque se produjo lo necesario hasta para brindarle a los pueblos vecinos.  La solidaridad con la que actuaron también les trajo grandes bendiciones. 

El príncipe estaba listo para ser rey, porque llevó a la gloria al pueblo y a su palacio.  Pronto su padre le dejaría su reinado para que lo gobierne y ese día estaba más cerca.

Llegó la celebración del cumpleaños del príncipe, quien llegaba a sus 18 años.  Su padre el rey preparó todo para una grandiosa fiesta, pero lo que nadie sabía, era la sorpresa que se estaba organizando.

Cayó la tarde y empezaron a llegar los invitados, el padre había organizado un baile, para que su primogénito escogiera a quien sería su prometida y futura reina.  Las doncellas se veían hermosas, pero había una en particular a quien el príncipe le puso los ojos y supo que sería para ella.

Esa noche bailaron hasta cansarse, el clic fue inmediato, el rey y la reina estaban felices, porque habían criado a un hijo inteligente, noble y muy sabio. 

En medio del baile el rey hizo un anuncio importante.  “Luego de varios años al frente de todos ustedes como su rey, puedo decir que me siento satisfecho con lo realizado, gracias al esfuerzo de todos hemos salido adelante, pero ya es momento de hacerme a un lado y por eso quiero anunciarles que mi hijo el príncipe Samuel será el nuevo rey”.  Todos aplaudieron; eran aplausos de agradecimiento al rey y de buenas nuevas para el príncipe el nuevo rey. 

El príncipe aceptó plácidamente la labor encomendada por su padre, pero antes de cumplirla se casó con la hermosa doncella y vivieron felices por siempre.

Y colorín colorado este cuento ha terminado, cuando nos volvamos a encontrar se los volveré a contar…

FIN

©Versión de Ross Durango / Lic. en español Y literatura

Deja un comentario