La conejita rosada y su mina de oro

Cuento: La conejita rosada y su mina de oro

Cuento La conejita rosada y su mina de oro

En una ciudad de campos floreados y sol radiante, vivía una linda conejita rosada.  Todos la admiraban por su gran belleza, ojos deslumbrantes y sonrisa angelical.  Un día, mientras limpiaba su casa notó una luz en el piso, al acercarse se dio cuenta que era una moneda de alto valor.

Pensó enseguida todo lo que podría comprarse con la moneda.   Primero dijo que lo gastaría en muchos dulces, pero creyó que sus dientes se dañarían y su linda sonrisa también.  Después que galletas y merengues, pero no le gustó la idea, pues un mal de estómago se ganaría.  Ya estaba decidida, compraría un vestido blanco.

Cuando llegó la mañana, salió a la tienda de ropa y apenas entró se enamoró de un vestido blanco con puntos rosa.  Pidió que se lo bajaran para medírselo y al hacerlo supo que había sido hecho a su medida.  Muy feliz regresó a casa, puso música y bailó hasta el anochecer.

La conejita durmió placentera toda la noche y al despertar el rayo de luz que entraba por su ventaba alumbraba en su peinador.  Para su sorpresa encontró otra moneda de oro, que la puso contenta.  Enseguida se alistó y se fue corriendo a la joyería para comprarse un collar.  Al llegar a la tienda le dijo a la vendedora que le mostrara el collar más fino y costoso que tuvieran en el momento.  La vendedora fue a la caja fuerte y trajo la joya más valiosa para ofrecerle.  Con la moneda de oro era suficiente para pagar la lujosa prenda.

La conejita estaba feliz, pues era su cumpleaños.  Con una gran sonrisa se fue a casa luciendo el hermoso collar y por el camino, todos la elogiaban.  Ella no hacía más que sonreír, cual reina de belleza.    

En el camino una anciana la tropezó.  “Disculpé no la vi, es que sin mis lentes no puedo ver, los perdí hace varios días y no tengo como comprar unos nuevos”, le dijo la anciana.  La conejita vio la necesidad de la amable viejecita y le pidió que la acompañara.  Se regresaron a la joyería y pidió a la vendedora devolverle el dinero y ella a cambio devolvería la joya.  La vendedora tuvo que hablar con la administradora y así accedieron a su petición.  Con el dinero la conejita compró lentes nuevos para la anciana, quien le agradeció por el bonito gesto y luego, cada una tomó su camino.  

Cuando llegó a su cómoda posada, al abrir la puerta encontró una rosa roja, pero no sólo era una, era una fila de rosas rojas que la condujeron hasta el patio de su casa donde la esperaron los vecinos del pueblo con un hermoso festín de cumpleaños. 

Ella no se lo esperaba, pensó que otra vez pasaría su cumpleaños sola.  Pero esta vez fue diferente, su hermoso gesto lo cambió todo. 

Todo fue planeado, las monedas y la historia de la anciana eran la estrategia de los vecinos del pueblo, para conocer el corazón de la conejita y ver que tanto estaba dispuesta a ayudar a otros. 

Moraleja: A veces las apariencias engañan.  La conejita siempre se veía feliz y radiante.  Todos pensaron que sólo se amaba así misma y no sería capaz de mirar o ayudar a otros.  Pero con un acto de compasión demostró su verdadero corazón. 

FIN

©Versión de Ross Durango / Lic. en español Y literatura

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