La corona de la reina

Cuento: La corona de la Reina

Cuento: La corona de la reina

Había una vez una hermosa reina que le gustaba ayudar a las personas de todo el reino.  Su esposo la complacía en todo lo que ella le pedía. Hasta que un día algo lo hizo dudar.

La reina en una de sus visitas a la plaza, donde se reunían los pobladores a vender sus productos y mercancía, vio como un niño de tan sólo 7 años, le tocaba trabajar, ella no aguantó y le preguntó que por qué lo hacía, su respuesta le partió el alma. “Me toca trabajar para poder comer, no tengo padres, ni hermanos, estoy solo y así consigo para mi comida, porque duermo en cualquier banca del parque.

A la reina se le salieron las lagrimas y lo invitó a comer al palacio. Estando allí le propuso al rey adoptarlo. El rey le dijo: “Sabes que te amo, que eres todo para mí y te complazco en todo lo que me pides, pero esto no lo veo correcto”. La reina le imploró que dejara que el niño se quedara con ellos, pero el rey le dijo sólo por esta noche, mañana lo entregamos a una casa de familia y nosotros nos encargamos de todas sus cosas.

La reina asintió con la cabeza, pero ella no estaba pensando lo mismo, en su mente insistía en adoptarlo y que lo lograría con la aprobación o no del rey. Por lo pronto decidió pasar un día con el niño, primero darle un buen baño, llevarlo a comprar ropa y juguetes y por último enseñarle a escribir.

Compartir con el niño le despertó ese instinto maternal que no había podido experimentar debido a una enfermedad, que le impedía ser madre. Fue un día increíble, por primera vez cumplía el sueño de ser mamá y no estaba dispuesta a acabarlo.

Al llegar la noche debía irse al lugar que el rey ya tenía listo, pero la reina le pidió una semana más, en esa semana ella iba a procurar que el rey sintiera lo mismo que ella estaba sintiendo por el niño, un amor de madre inigualable.

El rey no tuvo más que aceptar la propuesta de su amada esposa. La reina organizó una actividad por día en familia, es decir, el rey, el niño y ella. Poco a poco el rey estaba sintiendo cosas bonitas por el niño, sentía la necesidad de cuidarlo.

Un día jugando con el niño, la reina se quedó dormida, en eso su corona cae al piso y el niño la recoge y ve que estaba sin brillo y decide limpiarla. La toma se la lleva a la parte de atrás del palacio, donde tenía su escondite preferido, allí se pone a brillarla.

Al levantarse la reina, revisa que le hace falta la corona y va corriendo a donde su esposo y le dice que no encuentra la corona y al niño tampoco. El rey enseguida pensó en el niño y dijo seguro la robó. “Te das cuenta como nos paga este desconocido, que ha recibido de nosotros todo lo que no tenía y decide robarnos. 

Empiezan a buscarlo y no lo encuentran. La reina sabía que el no lo había robado, pasaron varias horas y no se sabía nada de él.

Cuando ya terminó de pulir la corona y se disponía a entregársela a la reina, los soldados del reino lo toman por los brazos y se lo llevan al rey. En su mochila estaba la corona. El rey sin darle chance de hablar lo trata mal y lo echa del palacio. En eso llega la reina y le da la oportunidad de hablar.

El niño dice: “Nunca tuve intención de robarles, con ustedes he encontrado la familia que no había tenido, los quiero tanto y los respeto que no sería capaz de hacerles daño. Yo tomé la corona para brillarla, soy muy bueno haciéndolo y así también me ganaba la vida, puliendo las herramientas de los soldados cuando estaban sucias”. De la mochila sacó la corona, la luz que irradiaba era impresionante y la entregó a la reina.

Me despido de ustedes, agradezco el cariño de estos días, yo sigo mi camino y no los molestaré jamás.

El rey ese día recibió una gran lección, no juzgar a las personas por su apariencia y la reina se convenció aún más que lo quería como un hijo. En ese momento la reina expresó: “Yo nunca dudé de ti, ni un momento, sé que eres un gran chico y deseo convertirme en tu madre si así lo quieres”.

El niño con los ojos aguados le respondió que era su más grande anhelo. El rey se acercó al niño, lo tomó de las manos, le pidió disculpas y le manifestó: “He sido un tonto, me dejé llevar por un absurdo prejuicio, pero, así como la reina quiere que vivas con nosotros, yo también lo quiero. ¿Aceptas que seamos tus padres?”. 

El niño lo abrazó y con eso confirmó que ya hacía parte de la familia. De inmediato se hicieron los papeles y el niño se convirtió en el príncipe de todo un reino.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

FIN.

©Versión de Ross Durango / Lic. en español Y literatura

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